En una carta de lectores enviada ayer, Julio Aramburu, DNI 29764269, con domicilio en Mar del Plata, precisó que junto a su esposa “vinimos de vacaciones a El Bolsón, con mucho esfuerzo juntamos cada centavo para poder hacer este viaje. Llegamos el 27 de enero y nos recomendaron ir a Puerto Patriada, en El Hoyo. Salimos al mediodía del 28 de enero y compramos en una despensa dos sándwiches de salame y queso y un jugo de naranja. Fuimos al camping El Faro y pasamos toda la tarde ahí. Cuando salimos, vimos que en la salida había un control policial.
Nos pararon, nos dijeron que nos iban a hacer el test de alcoholemia y nos pusimos a disposición de los oficiales. Eran las 21.41, nunca había realizado un test de este tipo así que seguí las instrucciones hasta que el oficial me pidió que me detenga y esperamos el resultado. El dispositivo arrojó 0.08 y el oficial nos informó que debíamos bajar del vehículo y que iba a ser secuestrado por alcoholemia. Ahí empezó nuestro calvario.
Nosotros, con una sonrisa al principio, le exigimos hacer una contraprueba porque estábamos completamente seguros de lo que habíamos consumido y los oficiales se negaron. En mi caso personal, tengo dos hermanos que trabajan en Vialidad, que hacen los testeos y ellos nos dijeron que es imposible que se hayan negado a la contraprueba.
Los oficiales, nerviosos, nos aseguraron que no se puede hacer la contraprueba, exigimos que le realicen el test a mi pareja y que ella se encargue del manejo del vehículo y tampoco lo permitieron. Insistimos de forma respetuosa para exigir asesoramiento en este caso.
Nosotros no tomamos alcohol en todo el viaje, pero eso tampoco era prueba suficiente. Nos dejaron con todo el equipaje en medio de la nada sin brindarnos ninguna información. Decidimos que lo mejor era ir al hospital de El Hoyo y de forma particular hacernos un análisis de dosaje por alcoholemia y nos lo negaron, pedimos por favor si podíamos hacerlo de forma particular, no nos sobra el dinero pero una cosa es gastarse el dinero en un análisis para poder dar fe de que ninguno de los dos había tomado nada y tampoco nos lo permitieron, nos fuimos caminando hasta El Bolsón, caminando a la vera de la ruta, a oscuras y cargados hasta el tope de nuestras posibilidades, sin señal por entonces, en los celulares y a merced del peligro de la ruta.
Llegamos a la guardia del hospital de El Bolsón, hicimos una cola de por lo menos dos horas, dejando pasar gente que tenía problemas de salud más evidentes que el problema legal que nos envolvía a nosotros. Nos atendieron, explicamos nuestra situación. Ya era la medianoche, la misma respuesta negativa, no podemos hacer nada, el laboratorio no nos permite hacer eso.
Nos indicaron que vayamos a la comisaría de El Bolsón, a hacer una denuncia o labrar un acta ya sea a la policía de El Hoyo o a los hospitales, para ver si eso podía forzar que nos hagan el tan imposible análisis de dosaje. Fuimos a las comisarías, contamos nuestra preocupación por la negligencia tanto de las fuerzas de seguridad, como de los responsables de salud, para poder demostrar ante el juez de faltas que éramos inocentes.
Tampoco nos tomaron la denuncia, ni nos permitieron labrar un acta, ni nada. Otra vez desahuciados en medio de la nada, a dos mil kilómetros de nuestra casa, con la injusticia a cuestas de no poder hacer nada, desamparados tanto por la policía como por el personal de salud. Nadie nos cuidó, uno trata de andar derecho por la vida con todo en orden, para poder vivir en paz y el sistema corrupto e inhumano te devuelve una deuda impagable.
Estamos acá varados en El Bolsón, ya casi sin dinero para volvernos, con el auto robado por la policía, sin las garantías del debido proceso, necesarias para que haya posibilidad de demostrar que uno es inocente, sin ningún tipo de derechos, totalmente a la intemperie como perros abandonados y tirados a la calle, con la ayuda de los pocos ciudadanos a los que le pudimos contar esta locura y que nos han ofrecido comida o transporte, con las pequeñas y justas vacaciones que nos pudimos permitir arruinadas para siempre, después de haber trabajado hasta el agote absoluto y con la impotencia de que no hay justicia.
Miren coterráneos argentinos, esto que nos pasó a nosotros le puede pasar a cualquiera, ayúdenos a difundir esto porque le va a pasar a otra persona, las autoridades están enfermas, esto no tiene solución a menos que nos encontremos entre los que hacemos las cosas lo mejor posible, los solidarios y los que tienen un corazón en el pecho en vez de un aparatito electrónico.
Así como son las cosas ahora, no se puede vivir más, si no te roban los chorros, te roban los policías, no hay lugar para nosotros. Yo vivo de changas y puedo juntar unos puchitos para poder salir unas mini vacaciones, mi pareja es una docente que gana un sueldo miserable y con esfuerzo podemos darnos un lujito, tenemos un auto del 2014 que compramos el año pasado. Y pudimos ahorrar 60 mil pesos para hacer este viaje, nafta y carpa.
Sándwich de salame y jugo tomamos ayer, ahora estamos durmiendo en un colchón por la gracia de personas comunes como nosotros. Estoy realmente harto de este sistema perverso, de la peor policía del mundo y de la historia, teniendo miedo de desaparecer o que te hagan algo si los escrachas o los denuncias, no se cumple la ley. No hay derechos para nosotros y ahora vamos a quedar endeudados para pagar esta injusticia. Ojalá esto llegue a manos de alguien que pueda hacer justicia y hacerlos pagar el destrato a alguien que viene a gastarse lo poco que tiene en un lugar turístico, ojalá alguien tenga las herramientas necesarias para defenderse y hacerlos pagar el daño que hacen, para nosotros no hubo justicia. Todos mis respetos y mi solidaridad a las familias de víctimas de accidentes de tránsito y mi repudio para las personas con alcohol al volante, pero también si uno cumple y está a disposición para clarificar que no ha tomado alcohol y no te brindan esas garantías, pues eso también mata y deja víctimas y secuelas a las familias”.