Este año, el foco está puesto en restaurar las tierras, detener la desertificación y fortalecer la resiliencia de nuestros ecosistemas. En la región andina, el principal flagelo son los mega incendios –cada vez más virulentos y que destruyen miles de hectáreas de bosque nativos-, y que luego implican décadas de espera para su recuperación.
No obstante, el investigador del Inta, Federico Letourneau, valoró hoy que “hay una gran conciencia de todo lo que está sucediendo en este momento en el mundo. Tengo mucha esperanza en las generaciones futuras ya que vienen con otra formación ecológica”, al tiempo que antepuso como ejemplo que “cuando anunciamos trabajos de restauración de áreas quemadas, aparecen vecinos con plantines que cosechan y reproducen ellos mismos y los donan para colaborar en la reforestación”.
En el campo forestal General San Martín del Inta, en Las Golondrinas, cientos plantines de araucarias germinadas con semillas de Ruca Choroy esperan viajar nuevamente a la provincia del Neuquén para la reforestación de bosques nativos arrasados por incendios. Lo mismo ocurre con los retoños de cipreses de la cordillera y coihues que este invierno irán para la recuperación de Loma del Medio, al oeste de El Bolsón.
Según Letourneau, frente a los mega incendios que en las últimas décadas vienen asolando todo el Corredor de los Andes, “el problema es que hay fuerzas de la naturaleza que son muy fuertes, impulsadas por el cambio climático y también por el accionar del hombre, que hacen que los desastres naturales sean cada vez más frecuentes”.
Destacó enseguida que “la remediación es una lucha titánica porque hablamos de superficies muy extensas, que implica un trabajo muy costoso. El Inta está trabajando en programas específicos con otras instituciones, como estas plantas de araucarias que tienen origen en semillas que fueron cosechadas en la zona de Aluminé, donde avanzamos en el relevamiento de un incendio forestal sobre bosques de esa especie y lengas. Luego de reproducir los plantines en nuestro campo forestal, volverán a su lugar de origen”.
En respuesta a los tiempos que necesita un bosque nativo incendiado para recuperarse, el experto antepuso el ejemplo de “un relevamiento que hicimos a fines de este verano en el área de cascada Escondida (al oeste de El Bolsón), luego del fuego de marzo de 2023, donde nos encontramos gratamente con que ya había regeneración de especies nativas (ciprés y coihue). De todas maneras, la posibilidad de introducir plantines del vivero apura los plazos porque son de mayor vigor y con un mayor tamaño. Lo que tratamos es de acelerar ese proceso en los sitios que es factible hacerlo, pero hay lugares donde no se puede”.
Con todo, recalcó que “la invasión de especies exóticas es un problema y tiene especial relevancia cuando interacciona con fuego. Ese proceso a veces puede ser lento hasta que ocurre un incendio y eso se acelera”.
Por otra parte, Federico Letourneau valoró al turismo como principal actividad económica de la región, donde señaló “la importancia de cuidar nuestro principal recurso: la naturaleza. Y por suerte hay mucha gente que trabaja en esto, desde organizaciones civiles hasta las brigadas que combaten los incendios forestales; mientras que desde los organismos técnicos hacemos investigación, aprovechando que se hacen trabajos de restauración para establecer ensayos, luego su seguimiento posterior y ver también la efectividad de estas tareas de restauración”.
Colaboración global
A nivel mundial, el marco global de biodiversidad -conocido también como la propuesta 30×30-, marcó un hito importante en los esfuerzos de colaboración para proteger el medio ambiente de la tierra. Este acuerdo, firmado a finales de 2022 por 190 gobiernos, compromete a los participantes a garantizar la protección de al menos el 30 % de toda la tierra y los océanos para 2030.
Por eso, la regeneración sostenible, que consiste en llevar a cabo prácticas capaces de reparar lo destruido, será un enfoque clave. Ya hay en marcha numerosos proyectos enfocados en intentar restituir parte de lo perdido a causa de las actividades del ser humano y, de ese modo, mitigar las consecuencias del cambio climático.
El objetivo general de estas iniciativas es defender la Agenda 2030 para un mundo sostenible y resiliente. Aunar fuerzas para proteger a las personas y al planeta es esencial para impulsar la acción climática y recabar apoyos para la restauración de los ecosistemas.
Según vaticinan, “solo a través de una colaboración global y un compromiso firme podemos enfrentar los desafíos medioambientales que amenazan nuestro bienestar y el del planeta”.
Precisamente, el Día Mundial del Medio Ambiente 2024 recuerda que “la restauración de la tierra y la lucha contra la desertificación no son solo prioridades medioambientales, sino imperativos para la supervivencia y la prosperidad de todas las naciones”.