Epuyén (dos que van en lengua mapuche), alberga paisajes de singular belleza alrededor a su lago, donde las tradiciones, mitos, costumbres y leyendas lo ubican como uno de los pueblos de la Comarca Andina que atrae “con luz propia” a visitantes del mundo entero.
Más allá de coincidir los historiadores en que “la hipótesis de su ocupación humana está asociada indudablemente a tribus tehuelches -como lo atestiguan las pinturas rupestres y enterratorios de hasta 8 mil años de antigüedad-, no se han encontrado indicios de población estable de aquellos grupos”.
Se explica que “recién hay gente establecida a partir de 1895, luego del proceso de dispersión de los mapuches, tras la matanza y destrucción de su forma de vida a manos de los ejércitos nacionales chileno y argentino, a ambos lados de la cordillera”. En coincidencia, los primeros colonos fueron chilenos, “quienes desconocían las fronteras en razón de que los límites eran aún difusos”.
Dicha corriente migratoria ocupó también los valles de El Bolsón, El Hoyo, Cholila y El Maitén. “Lo cierto es que todo este conjunto de factores imprimirá características particulares a la configuración social de Epuyén”, por entonces parte del territorio nacional del Chubut.
Aquellos pioneros se dedicarán a las prácticas agrícola-ganaderas en pequeña escala, probablemente articulándose como una suerte de periferia de la actividad (a otro nivel) llevada adelante por la Argentine Southern Land Company (“estancia inglesa”), ya por entonces la principal latifundista de la zonay que por su extensión seguramente marcaba el paso de la económia regional.
Los relatos indican que hacia 1908, los propios vecinos tomaron la decisión de levantar una escuela para sus hijos (de adobe con estructura de madera y techo de cañas y paja), que se ubicó junto al arroyo de la Mina. La primera maestra fue Delfina Blanco de Palleres, quien fue asesinada por bandoleros que buscaban a su esposo, por entonces el comisario del paraje, quien también murió en el confuso incidente.
Aquellos colonos labraban la tierra con herramientas de tracción a sangre y también criaban vacas, caballos y ovejas. “Más que nada se sembraban legumbres, hortalizas y trigo, que era llevado en carro hasta Las Golondrinas para su proceso y posterior consumo de cada familia. Luego, por iniciativa de la familia Breide, Epuyén llegó a tener su propio molino harinero, que permaneció en funcionamiento hasta finales de la década del ’50, cuando la presión de las grandes compañías de la Pampa Húmeda obligó a la clausura de todos los molinos emplazados desde El Bolsón hasta Trevelin”, grafica la historia comarcal.
Turismo en Epuyén
Como principal atractivo se destaca el lago Epuyén, en cuyas márgenes está el Parque Municipal Puerto Bonito, al pie del cerro Pirque y dentro de la Reserva Forestal de Usos Múltiples que abarca unas 30 mil hectáreas.
Los lugareños aseguran que las aguas de su espejo lacustre “son las más cálidas de la cordillera”, quizás por la ausencia de glaciares en su cuenca. La bahía es ideal para pasear en kayak, atreverse al stand up paddle o subirse a un velero “para contemplar en pareja los imperdibles atardeceres de verano, viendo la caída del sol y disfrutando de una picadita y una copa de vino”.
Desde allí también se pueden realizar caminatas que llevan a conocer lugares jamás imaginados como El Chalet, una construcción abandonada por un colono alemán que se enfermó y jamás volvió, hoy en ruinas y con una playita de arenas blancas a disposición. O trepar hasta el monasterio de unos “extraños monjes ermitaños” que habitaron el filo de la montaña hasta 1997; pasando por bahía Las Percas, donde siempre está la posibilidad de pescar una buena trucha.
Con un rato más de tiempo, otra propuesta interesante de trekking es llegar hasta La Condorera, ubicada sobre el cerro Epuyén, que constituye el lugar ideal para el avistaje de los cóndores en su hábitat natural.
A mediados de enero, se realiza el Encuentro Provincial de Artesanos, celebración que apunta “a fortalecer y difundir el patrimonio cultural de nuestra región”, donde los visitantes encuentran más de 100 puestos de artesanías en telar, cuero, cerámica, madera, fieltro y cestería; además de los 40 stands de gastronomía típica, las frutas finas y las cervezas artesanales.